martes, 29 de abril de 2014

Jazznécdota #62 - La dimensión funcional de la música

A veces la música se percibe desde un punto de vista dicotómico cuyos extremos son el arte y ensayo (en nuestro querido jazz hablaríamos del free jazz y otras corrientes avant-garde) y la música de amenizaciones (la musique d'ameublement o "música de mobiliario", que decía Erik Satie). Como toda polarización, la dimensión funcional de la música cuenta con una gradación paulatina. En ocasiones un grupo destinado a crear un ambiente selecto con su interpretación puede tomarse ciertas licencias; otras veces hay que ceñirse al guión.

Me contaba un bajista que, amenizando el convite de una boda que estaba llegando a su punto álgido, alguien de la organización se acercó a la banda y les dijo: "Tocad música de tarta". Sorprendidos, abordaron "La chica de Ipanema" ante la notable aprobación del personal.

martes, 15 de abril de 2014

Jazznécdota #61 - Los que tenemos que tocar

Cómo está el mercado. Antes la responsabilidad de llevar público a los conciertos la compartían los músicos y las salas. En estos tiempos de crisis algunos locales han decidido hacer un sobreesfuerzo, pero otros tan solo tiran balones fuera. Me comentaba un músico que, recientemente, el responsable de comunicación de un local de música en directo había dado un toque de atención al líder del grupo porque "el pianista no está promocionando el concierto en su cuenta de Facebook".

Es en este instante cuando imagino a Gracita Morales ataviada con su cofia, sosteniendo un saxofón y diciendo con su voz peculiar: "¡los que tenemos que tocar!".

martes, 1 de abril de 2014

Jazznécdota #60 - Chavales

Ya se ha comentado en estas mismas páginas (virtuales pero páginas al fin y al cabo): hay amenizaciones en las que un músico se siente tratado como basura. Ciertos dueños de chalets, responsables de comunicación de compañías, maîtres y otros individuos se creen superiores y lo demuestran en cuanto pueden. No sólo es tarea del músico tocar bien, sino también saber estar en todos los sentidos. Hace unos meses un saxofonista pidió al responsable de una finca que hubiera unas sillas sobre el escenario. Aquél gritó a uno de los camareros: "¡Trae unas sillas para estos chavales!". El artista le agarró del hombro, le miró fijamente a los ojos y le dijo con seriedad: "Chavales no. Señores".

Trajeron las sillas, trajeron bebida, les dieron de cenar. Y, lo más importante, les trataron con respeto.