El gimnasio de los músicos de jazz es la jam session. En ella se practica, se arriesga, se establecen contactos profesionales y se afianzan relaciones artísticas. La jam session también nos ha servido a todos para dar nuestros primeros pasos, para balbucear nuestros primeros standards e ir perdiendo el miedo al formato de la improvisación.
La primera vez que subí a una jam se interpretó "Lágrimas negras", composición de Miguel Matamoros que estaba por entonces de moda gracias a su soberbia interpretación por parte de Bebo Valdés y Cachao en la película Calle 54 (de Fernando Trueba) y, posteriormente, a cargo del primero junto al cantaor flamenco Diego El Cigala. El tema está escrito en cuatro por cuatro, es decir, cuatro tiempos por compás. Imaginen si estaría nervioso que empecé a tocarlo en tres por cuatro, como si fuera un vals. Mis compases avanzaban más rápidamente que los del resto del grupo, mis acordes adelantaban a los del guitarrista. Los compañeros me hacían ostensibles señas para marcarme el tiempo, pero yo era incapaz de acoplarme a su pulso.
Tras más de seis minutos de sufrimiento lo último que me apetecía era volver a una jam session. El destino quiso que acabara tocando todos los martes en una, la de Segundo Jazz, y precisamente hoy cumplimos seis años. Se acabaron las lágrimas negras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario