Hace unos días amenicé un cumpleaños en un chalet con un cuarteto de jazz. Antes de empezar a tocar, el batería abrió parte de la cremallera de su mochila para tomar de ella algún enser, dejándola entreabierta. En el descanso de la actuación fuimos a la parte trasera de la casa para disfrutar del catering. A la vuelta encontramos la mochila tumbada en el suelo con su cremallera aún entreabierta. El contenido estaba intacto a excepción de una hamburguesa que el batería pensaba cenar una vez acabado nuestro trabajo. La mascota de la casa, un afable perro salchicha, la había extraído de la mochila con sumo cuidado, había retirado el papel que la cubría y la estaba degustando cual gourmet.
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Recuerdo tiempos en los que gente que se podía permitir el lujazo de contar con música en vivo para sus fiestas también solía tener el detalle de pensar en la cena de los señores músicos. O espera... ¿Era sólo un sueño?
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