martes, 18 de octubre de 2011

Reflexión #6: La desprotección laboral del músico

24 de febrero de 2006. Al final de la prueba de sonido previa a un concierto, en un centro cultural de Madrid, una escalera mal fijada cae sobre el escenario, pasando a escasos centímetros del que escribe y cayendo estruendosamente sobre el cajón del percusionista. Tras meses de infructuosas reclamaciones por daños, y cansado de aplazamientos, respuestas desinformadas y numerosos problemas de contacto, el percusionista desistió en su empeño. Pagó la reparación del instrumento (mucho mayor que el importe percibido por el concierto) de su bolsillo.

En este caso fue un cajón, pero podría haber sido mi propia integridad física. Ni contábamos con Seguridad Social ni con otro tipo de seguro, ni siquiera con un contrato privado u otro documento sujeto a derecho que estableciera un vínculo legal entre empleador (Ayuntamiento de Madrid) y empleado (los seis músicos que actuamos esa noche).

Centros culturales, clubes, pequeñas fiestas corporativas... Eventos todos ellos concertados mediante acuerdo verbal, sin mayor burocracia ni consiguiente cobertura. Tan poca atención merece la profesión de músico que ni siquiera se ha pensado, en estos tiempos de crisis, en hacer frente a la economía sumergida que genera.

Mientras llega ese día mágico en que la regulación se convierta en realidad, compañeros de toda España viven situaciones dantescas, cuentan con enormes dificultades para justificar ingresos de cara a créditos y ven como se aproxima su jubilación sin apenas haber cotizado a la Seguridad Social. Mientras llega ese día todos seguimos expuestos a pésimas condiciones laborales, impagos e incluso accidentes. Mientras llega ese día nos continuarán tratando como ciudadanos de segunda categoría o, según decía aquella ley de hace décadas, como "vagos y maleantes".

martes, 4 de octubre de 2011

Jazznécdota #22: La caña

Algunos instrumentos de viento, entre ellos el saxofón, requieren de una pieza de madera cuya vibración en la boquilla produce el sonido. Dicha pieza se llama caña (reed en inglés).

Contaba un saxofonista cubano que un día, en la escuela de música de La Habana donde estudió, se quedaron sin cañas. El director de la escuela les dijo: "¿Ustedes no podrían hacer un esfuerzo revolucionario y tocar sin caña?".

martes, 20 de septiembre de 2011

Jazznécdota #21 - Prioridades

Un amigo, pianista venezolano, recorrió distintas localidades españolas el pasado verano con una banda de músicas populares (despectivamente llamadas, en ocasiones, "orquestas de pachanga"). Los cantantes de dicha orquesta también tocaban la guitarra mientras bailaban por el escenario. Una noche, tras un brinco acrobático, un cantante/guitarrista tuvo la mala fortuna de que el escenario se abriese bajo sus pies. Las tablas cedieron y el músico quedó atrapado a la altura del pecho, con el consiguiente riesgo para su integridad física; eso sí, en una curiosa postura: ambos brazos, elevados sobre su cabeza, sostenían la guitarra en el aire. Las prioridades estaban claras: él quedó lleno de rasguños, pero a la guitarra no le pasó nada.

Le entiendo perfectamente.

martes, 6 de septiembre de 2011

Jazznécdota #20: Guti

A quién no le han cancelado un concierto con apenas antelación y por un motivo absurdo. Es una realidad que todo músico debe saber digerir, aunque a veces cueste. Hace cuatro años iba a tocar con el grupo de un guitarrista en la fiesta de una gran empresa. Días antes nos dijeron que nuestra partida presupuestaria (entre otras, supongo) se iba a destinar a contratar, por petición popular, la presencia de un famoso: José María Gutiérrez "Guti", por aquel entonces futbolista del Real Madrid.

Un año de Jazznecdotario

365 días, 27 entradas, 29 seguidores y 26 comentarios. Números humildes, pero números al fin y al cabo. Y la aventura sigue. Muchas gracias a todos.

martes, 23 de agosto de 2011

Chistes de músicos (II)

  • - ¿Cómo hacer que un guitarrista toque más despacio?
    - Mostrándole una partitura.
    - ¿Cómo hacer que deje de tocar?
    - Pidiéndole que la lea.

  • Será tonto el bajista, que se ha dejado las llaves dentro del coche... y ahora el batería no puede salir.

  • Dos amigos se encuentran por la calle tras años sin verse. Van a un bar y hablan sobre su vida:
    - Pues soy músico de jazz.
    - Anda, yo también.
    - Esto... y entonces, ¿quién va a pagar las cervezas?

  • Terrible accidente de tráfico: un camión atropelló a una lagartija y a un trombonista. La lagartija sí iba a dar un concierto.

  • Entra un hombre a una tienda:
    - Buenos días, quiero una Fender Stratocaster del 62.
    - Usted es batería, ¿verdad?
    - Sí, ¿cómo lo sabe?
    - Porque esto es una panadería.

martes, 9 de agosto de 2011

Chistes de músicos (I)

No ahondemos en el tópico: riámonos de él. Siempre se dice que los guitarristas son muy creídos (y los trompetistas más) pero no saben leer partituras (y las cantantes no saben nada de nada), que los bajistas son poco inteligentes (y los baterías menos aún), que el jazz no da para comer (especialmente si se toca un instrumento tan poco solicitado como el trombón)... Afrontemos el ecuador de la temporada estival con un poco de humor (para músicos y no músicos):
  • En un piso decrépito, lleno de mugre, una niña polvorienta le dice a su padre:
    - Papá, ¿cuándo comeremos algo?
    - Calla niña, y escucha este precioso acorde de jazz...

  • - ¿Por qué se ha quedado la cantante en el umbral de la puerta?
    - Porque no sabe cuándo entrar.

  • Entra un hombre a una tienda y le dice al dependiente:
    - Buenos días. Soy batería, pero quiero tocar un instrumento melódico señala hacia un rincón de la tienda. No sé si comprar un clarinete o un acordeón.
    - Si quiere el extintor lléveselo, pero no nos deje sin estufa, que hace mucho frío.

  • - ¿Cuántos trompetistas hacen falta para poner una bombilla?
    - Siete. Uno para ponerla y seis para decir que ellos lo hubieran hecho mejor.

  • Una sala de fiestas quiere programar música en directo para Nochevieja, pero lo único que consigue contratar es un dúo de trombón y acordeón. Contra todo pronóstico la noche es un éxito y a los asistentes les encanta el concierto. El dueño comenta a los músicos:
    - Como habéis estado fantásticos os voy a volver a contratar el año que viene.
    - Perfecto, ¿podemos dejar ya montados los instrumentos?

martes, 26 de julio de 2011

Jazznécdota #19: Sombras chinescas

Un amigo saxofonista actuó en un espectáculo infantil de sombras chinescas. Para que su propia sombra fuera parte del espectáculo le pidieron que se colocara de perfil, de modo que su contorno se proyectara sobre el fondo del escenario. Al acabar la actuación encontró rostros de asombro e indignación. La causa: el cinturón de su pantalón no estaba debidamente abrochado y sobresalía unos centímetros por delante de su cuerpo. El problema: la sombra del cinturón no parecía la de un cinturón...

martes, 12 de julio de 2011

Jazznécdota #18: Bass Day 2009

Hace ya un par de años que se ha importado a Madrid el Bass Day, esa reunión anual de bajistas eléctricos tan habitual en tierras estadounidenses. Stands de diversas firmas de bajos e instrumentos, demostraciones de productos y actuaciones de músicos punteros conforman un menú muy apetecible a priori.

Lo cierto es que después de varias horas inmerso en el evento uno empieza a cansarse de escuchar continuamente frecuencias graves, máxime cuando la mayoría de los asistentes, a la hora de probar bajos, se centran en los estilos y técnicas más agresivas. En la segunda edición del Bass Day (2009), en una nave industrial de Vicálvaro (Madrid), coincidí con un amigo batería. Le comenté: "Llevo aquí bastante tiempo y estoy cansado de escuchar a la gente haciendo slap, tocando riffs, usando efectos... En toda la mañana no he escuchado a nadie hacer una melodía lírica". Su respuesta, breve y sintética, fue: "¿Qué te crees que es esto, el Museo Reina Sofía?".

martes, 28 de junio de 2011

Jazznécdota #17: Cómo promocionar un CD de jazz

Hace unos meses salió al mercado Silencio el primer CD de mi grupo de jazz fusion Tet-Quart (http://www.tetquart.com). En busca de reseñas de prensa envié el CD a las direcciones postales de varias revistas físicas y magazines online. Algunos aceptaron escribir sobre el disco, otros no. Perfecto, son sus medios de comunicación, es su criterio el que cuenta.

La sorpresa vino de la mano del siguiente e-mail, que recibí poco después de publicar el CD, y que traduzco a continuación:
Querido Tet-Quart
Ya que vuestro album está disponible online, soy totalmente consciente de que probablemente estéis recibiendo varios e-mails como este. Mis disculpas si os molesta. Uno de mis ayudantes me recomendó vuestro trabajo, y me gustó especialmente el tema "Islands". Me preguntaba si estaríais interesados en contar con artículos sobre vuestra música. Yo podría encargarme de ello, y mis tarifas son bastante razonables.
Os adjunto una muestra de mi trabajo para JazzTimes e INK 19. (...)
Soy un escritor independiente, y puedo hacer que publiquen artículos sobre vosotros, incluyendo entrevistas completas con la información de vuestra página web. Os puedo enviar por e-mail mis tarifas, si queréis verlas. Por favor, respondedme si estáis interesados, y os las enviaré. Gracias por vuestro tiempo.
Por supuesto no perdí la oportunidad de enterarme sobre cuánto vale comprar una reseña para la prestigiosa revista JazzTimes. Esta fue la respuesta:
Querido Arturo,
Gracias por tu respuesta. Como ya mencioné, ahora mismo escribo artículos para JazzTimes (http://www.jazztimes.com), el medio de jazz más renombrado del mundo. (...) Trabajo independientemente, pero conseguiré que se publiquen todos vuestros artículos, garantizado. Como algunos de los artículos online de JazzTimes también salen impresos en su revista, esa posibilidad permanece abierta. Me gusta vuestra música, así que los artículos serán positivos, si decidís seguir adelante con esto. Mis tarifas son las siguientes:
Paquete I:
Un artículo publicado en la página web de JazzTimes. Precio: 99$. Total: un artículo, publicado con garantía.
Paquete II:
Dos artículos publicados en INK 19 (http://www.ink19.com) y JazzTimes. Un artículo garantizado en la portada de INK 19. Dos notas de prensa garantizadas en la lista del Top 40. Precio: 200$. Total: cinco artículos, todos ellos con garantía de publicación.
Paquete III:
Reseñas y artículos garantizados en INK 19 y JazzTimes. Un artículo publicado en Yahoo! News. Dos notas de prensa garantizadas en el Top 40. Precio: 500$. Total: siete artículos, todos ellos con garantía de publicación.
Por favor, hazme saber si estáis interesados en alguno de los paquetes, y os enviaré por e-mail el resto de detalles. Muchas gracias, espero respuesta por tu parte y la del resto de compañeros de Tet-Quart.
Sí señores, la presencia en prensa se paga. En algunos medios. En medios prestigiosos. Ni que decir tiene que no he vuelto a comprar el JazzTimes ni pienso hacerlo.

Reproduzco a continuación los e-mails originales. Omito el nombre del autor y los links a sus reseñas para no hacerle publicidad:
Dear Tet-Quart,

Given that your album is available online, I'm fully aware that you're probably receiving a number of e-mails like this. My apologies if you're annoyed by this. One of my assistants recommended your work to me, and I especially liked "Islands". I was wondering if you were interested in having any articles done for your music right now? I could provide you with both, and my rates are fairly reasonable.

Here's a sample of my work on JazzTimes: (...)
Here's a sample of my work on INK 19: (...)

I'm an independent freelance writer, and I can have articles written and published about you, including full-length interviews with your website information on it. I can e-mail you my personal rates should you wish to see them. Please e-mail me back if you're interested, and I can send them to you. Thank you for your time.
-----------------------
Dear Arturo,

Thank you for your reply. As I mentioned, I'm now contributing articles for JazzTimes (http://www.jazztimes.com), which is the most renowned jazz media outlet in the world. Here are samples of my work at JazzTimes' website: (...)

I work independently, but I will get all of the articles published myself, guaranteed. Because some of JazzTimes' online articles do get printed in their magazine, that possibility does lie open. I like your music so the articles will be positive, should you decide to do this. My rates are below.

Package I:

One article submitted to and published in JazzTimes website. Price: $99. One article total, guaranteed published.

Package II:

Two articles submitted to and published in INK 19 (http://www.ink19.com) and JazzTimes. One guaranteed front-page feature article in INK 19. Guaranteed two press releases in Top-40 Charts:
Price: $200. Five articles total, all guaranteed published.

Package III:

Guaranteed reviews and feature articles in INK 19 and JazzTimes. One article published in Yahoo! News. Guaranteed two press releases in Top-40 Charts.
Price: $500. Seven articles total, all guaranteed published.

Please let me know if any of the packages interest you, and I will e-mail you the details of getting started. Thank you very much; I shall await the response from you and your bandmates in Tet-Quart.
-------------------------------------------------
ACTUALIZACIÓN (29-jun-2011):

Apenas unas horas después de publicar esta jazznécdota recibí un e-mail de Lee Mergner, editor de la revista JazzTimes, explicando textualmente que "nosotros no vendemos reseñas para la revista. Esta venta de paquetes es un uso no ético de la sección Community en JazzTimes.com, en la que cualquiera puede publicar artículos, noticias, fotos y, sí, reseñas. Algo distinto que la revista y el resto de la página web. Cuando nos damos cuenta de algún abuso desactivamos la cuenta del usuario". Tras informar a Mergner sobre el usuario en cuestión, me comentó que "No va a responder a mis preguntas. Simplemente he borrado su cuenta de usuario. Queremos que la sección Community esté abierta a toda la comunidad jazzística, por lo que es vergonzoso que alguien intente utilizarla para su propio beneficio".

Efectivamente, tanto el perfil del presunto periodista como todas sus reseñas han sido eliminadas de la página web. Buena y rápida actuación por parte de JazzTimes. Volveré a comprarla.
-------------------------------------------------
UPDATE (jun 29 2011)

Just a few hours after publishing this "jazznecdote" I received an e-mail from Lee Mergner, JazzTimes magazine's publisher, in which he textually explained that "We do not sell reviews for the magazine. This sales package is an unethical use of the community section of jazztimes.com, in which anyone can post articles, news, photos, and yes reviews. Very different than the magazine and the rest of the website. Whenever this misuse is brought to our attention we deactivate the user's account." After informing Mergner regarding who the user was, he said that "He won’t respond to my inquiries. I simply deleted his user account. We wanted to make the Community section open to the entire jazz community, so it’s a shame that someone has tried to use that for their own profit."

That's right, both the alleged journalist's profile and all his reviews have been deleted from the website. A good and fast action on JazzTimes' side. I'll buy it again.

martes, 14 de junio de 2011

Jazznécdota #16: El bocadillo de lomo

Una insistente cantante de aspecto y maneras estrafalarias se disponía a empezar su concierto en un pequeño club del centro. De repente un espectador sacó un paquete envuelto en papel de aluminio, lo desenvolvió y se dispuso a dar buena cuenta del bocadillo de lomo que escondía. En palabras del saxofonista, que no había cenado esa noche, "el olor a lomo inundó la sala y se acabó el jazz".

El público se dividía entre la indignación y el asombro. Encontraron la explicación en el comentario de la cantante a micrófono abierto: "Y lo peor de todo es que es mi hijo".

martes, 31 de mayo de 2011

Jazznécdota #15: El reparto

Hace año y medio, tras actuar en un pequeño y encantador club del centro de Madrid, el dueño me pagó la actuación. Como me pareció bastante grosero repartir el dinero a los músicos en la barra, delante de la gente, insté a mis compañeros a ocupar el espacio del escenario, resguardado al fondo del local en una zona invisible desde la barra y desierta en ese instante.

No conté con la cámara de televisión que ofrece los conciertos al público de la barra, que seguía encendida y que, impertérrita, retransmitió en directo nuestro reparto monetario a todos los presentes.

martes, 17 de mayo de 2011

Jazznécdota #14: Anuncios

Merece la pena echar un vistazo a los tablones de anuncios de locales de ensayo. Recuerdo carteles de búsqueda de músicos, en mis tiempos heavies, donde se hacía hincapié en que el solicitante tuviera un mínimo perfil profesional ("se busca cantante con equipo", "se busca guitarrista con ampli"). Hace unos días ensayé en una escuela de música madrileña, y encontré estas dos perlas:

"Se buscan músicos (...). Aceptamos todo tipo de instrumentos (incluyendo vocalistas)". Vaya, eso sí que es aceptar todo tipo de instrumentos...

"Se vende bombardino (...). Ha pertenecido a un adolescente que apenas lo ha tocado, no ha salido a la calle y no tiene ni una abolladura". ¿El bombardino o el adolescente?

martes, 3 de mayo de 2011

Jazznécdota #13: La boda

Ya comenté en otra ocasión el trato dispar que recibimos los músicos en las amenizaciones. En esta ocasión me referiré a una boda acaecida hace dos veranos en una finca toledana. Sol, calor y moscas adornaban nuestro jazz mientras luchábamos contra la deshidratación gracias a unas botellas de agua que conseguimos lidiando por nuestra cuenta con el personal del bar.

Acabada la actuación, visiblemente cansados, el novio y un amigo suyo, quien nos contrató, se acercaron a pagarnos y a felicitarnos por la música. Al final de la conversación el novio posó su mano sobre el hombro del pianista y pronunció un "Bueno..." que en nuestras mentes se completaba con "Bueno... ¿queréis pasar a tomar algo?".

La frase fue "Bueno... ¿sabéis volver a Madrid, verdad?".

martes, 19 de abril de 2011

Reflexión #5 - El club de música y jazz San Juan Evangelista, Bien de Interés Cultural

Ni siquiera la religión monopoliza el adjetivo “sagrado”. Lo dice muy claro la Real Academia Española en su cuarta acepción del término: “Digno de veneración y respeto”. Ni que decir tiene que el Club de música y jazz San Juan Evangelista (el Johnny) se ganó esa categoría por méritos propios hace ya bastante tiempo.

Hay quien cree que el Johnny es un auditorio de arte y ensayo, de tendencias contemporáneas, de música para entendidos. La perspectiva que sólo el tiempo otorga demuestra que el arte ha prevalecido sobre el ensayo, que el equipo del San Juan Evangelista es visionario y siempre ha sabido apostar inteligentemente por los valores del futuro. Acompáñenme en un breve recorrido por la historia del club y lo comprenderán.

No hace falta saber mucho de jazz para valorar en su justa medida lo que ha pasado por el escenario del club. Integran la abultada nómina de artistas leyendas como los trompetistas Chet Baker, Dizzy Gillespie (el de la trompeta doblada) o Wynton Marsalis (actual director del neoyorquino Jazz at Lincoln Center), el vibrafonista Gary Burton (decano y posteriormente vicepresidente ejecutivo de la Berklee School of Music), las cantantes Astrud Gilberto (la que grabó la versión original de “La chica de Ipanema”) y Diana Krall, los saxofonistas Dexter Gordon (el de la oscarizada película Round Midnight), Ornette Coleman (el inventor del free jazz) y Paquito D’Rivera, los guitarristas John McLaughlin y John Scofield, los pianistas Chick Corea, McCoy Tyner (del grupo de John Coltrane) y Ahmad Jamal (inspiración de Miles Davis, ni más ni menos), los míticos baterías Max Roach, Art Blakey, Tony Williams y Roy Haynes (algunos llegaron a colaborar con la mismísima Billie Holiday), el contrabajista Dave Holland, el vocalista Bobby McFerrin (el del “Don’t Worry Be Happy”), los abanderados de la libre improvisación Art Ensemble Of Chicago, Cecil Taylor y Archie Shepp o los padres del nuevo jazz europeo Jan Garbarek y Esbjörn Svensson. También pisó sus tablas, por supuesto, lo más granado del jazz nacional, dando cabida a Tete Montoliú, Pedro Iturralde y los “nuevos flamencos” Jorge Pardo, Carles Benavent y Chano Domínguez.

El Johnny también ha sido (es) un templo del flamenco. Enrique Morente, José Mercé, Vicente Amigo, Manolo Sanlúcar, José Menese, Sordera, Felipe Campuzano, Carmen Linares, El Lebrijano y el mismísimo Camarón de la Isla entre muchos otros pasearon su duende por el Colegio Mayor. Si seguimos hablando de músicas de raíz, también se ha contado con el folk de Gwendal, Milladoiro, Oskorri o La Musgaña, la tradición cubana de Irakere o Bebo Valdés, la canción brasileña de Jayme Marques o Tania Maria y el blues de John Hammond. Y no olvidemos el habitual festival de gospel.

¿Algo más? Por supuesto: bandas, cantantes y cantautores de los que regalan sentimientos. Algunos apuestan por la belleza, otros por la melancolía. En algunos casos hablamos de agrupaciones muy valientes en tiempos muy difíciles. La lista estremece: Silvio Rodríguez, José Antonio Labordeta, Mercedes Sosa, Joaquín Sabina, Hilario Camacho, Carlos Cano, Guadalquivir, Jarcha, Mocedades, Triana, Luis Pastor, Javier Ruibal, Ana Belén, Víctor Manuel, El Gran Wyoming, Benito Lertxundi, Jorge Drexler, Javier Krahe.

Menciono a artistas históricos, pero el carácter profético de las programaciones del club no acaba aquí. Hace ya dos años que Esperanza Spalding subió al escenario del Johnny. Acaba de ser galardonada con el premio Grammy a mejor artista revelación. Hace apenas dos semanas pudimos disfrutar de la espectacular actuación de Trombone Shorty, joven cantante, trombonista y trompetista de Nueva Orleáns. Este verano ya figura en la programación de los grandes festivales europeos y estadounidenses, incluyendo el JazzBaltica alemán, el BluesFest de Londres, el italiano Umbría Jazz, nuestro Festival de Jazz de Vitoria y el mítico Newport Jazz Festival en Rhode Island (Estados Unidos).

Revisen, por favor, la compilación. Muchos de estos artistas han copado grandes escenarios internacionales en el marco de festivales masivos. Muchos se han convertido en estrellas de talla mundial. Todos ellos pasaron por este humilde Colegio Mayor. ¿No es grandioso disfrutar en Madrid, en España, de semejante institución? Hay que estar ciego para no verlo.

Se rumorea que el San Juan está pasando por una situación delicada. Se habla de falta de patrocinadores y, muchísimo peor, de falta de apoyo institucional. En el cartel del reciente Festival Jazz es Primavera los logotipos brillaban por su ausencia. ¿Queremos que este país siga a la cola de Europa en materia cultural? ¿Queremos que esta ciudad sea un hazmerreír artístico en comparación con Londres, Amsterdam o Berlín? ¿Queremos perder lo que con tanta pasión, cariño y esfuerzo desinteresado se ha construido a lo largo de cuatro décadas? A principios de los años setenta el Johnny fue capaz de lidiar con la censura franquista, imponiendo la Cultura con una actitud pasiva y silenciosa, nunca resignada. Se ha sabido sacar partido a los escasos activos con que se ha contado, adaptándose continuamente a los tiempos que corren. Sería muy triste que la historia del club (ya integrada en la Historia con mayúsculas) acabase debido a la falta de interés por parte de las entidades, a la falta de mecenazgo, a la falta de subvenciones estatales, autonómicas y locales.

Esperemos que no sea para tanto. Confiemos en el buen hacer de nuestra Administración y en el aplastante sentido común. El Johnny es sagrado. El Johnny es un Bien de Interés Cultural. Sólo falta que le pongan el sello.

martes, 5 de abril de 2011

Reflexión #4 - La cultura no debe ser gratuita

Subvencionada. No muy cara. Pero nunca gratuita. El desembolso económico, por mínimo que sea, establece un vínculo de respeto entre el artista (o artesano) y el espectador. Sin dicho desembolso se pierde el respeto. Lo hemos visto en innumerables conciertos gratuitos en fundaciones, centros culturales e inauguraciones de festivales. El espectador pierde la atención, juzga sin evaluar, desprecia lo que sucede en el escenario, y desprecia al resto de espectadores. Entre todos crean una masa informe y descerebrada, apología de una incultura tan intensa que apenas podría aspirar a mediocre.

Sin ese vínculo de respeto florece la mala educación, sin él la observación no es un acto voluntario, sino una inconsciente peregrinación a donde va la mayoría. Injusto para el músico. Injusto para el público (el de verdad).

No podemos convertir el jazz en música de fondo, al igual que no podemos permitir el paso a un museo a transeúntes que se cobijan de la lluvia.

No debemos acercar la cultura a quien no muestra la más mínima inquietud. La cultura no debe ser gratuita.

martes, 22 de marzo de 2011

Jazznécdota #12: El cobro

Me contaba un saxofonista que una noche tuvo problemas para cobrar un concierto en una ecléctica sala madrileña. Después de reclamar al propietario, éste pidió al músico que le acompañara al sótano del local. Una vez allí, entraron en una sala, el dueño cerró la puerta y, escoltado por un fornido portero de casi dos metros de alto, dijo:

- "No voy a poder pagarte la cantidad acordada. ¿Tienes algún problema con eso?"

Ningún problema. A veces hay que sacrificar la dignidad profesional en pro de la integridad física.

martes, 8 de marzo de 2011

Jazznécdota #11: Un saxo de oferta

Quien haya visto desmontar su instrumento a un saxofonista habrá observado que la parte superior del saxo (generalmente curvada) se extrae por completo. Dicha pieza se llama tudel, y es común a varios instrumentos de viento.

No hace mucho tiempo un cliente se acercó a una tienda de instrumentos musicales situada en una localidad al sur de Madrid. Enseñó un tudel al dependiente y le dijo: "mira lo que me ha pasado. Vi una buena oferta por Internet y me compré un saxo tenor modelo túdel por 200 euros, pero sólo me han enviado esto. ¿Es normal?"

martes, 22 de febrero de 2011

Jazznécdota #10: El militar y las corcheas

Esta me la contó un amigo batería venezolano. Hace años, en su localidad de origen, un militar de escasa formación musical decidió montar una orquesta sin reparar en gastos. En uno de los ensayos dos trombonistas discutían mirando a una partitura, y el militar les preguntó qué ocurría. "Nos faltan dos corcheas aquí", dijeron, a lo que él respondió: "ya les he dicho que todo lo que necesiten lo compren en la ferretería".

martes, 8 de febrero de 2011

Reflexión #3 - A la gente no le gusta el jazz

Hará algo más de un par de años Víctor Bobeche entrevistó a los miembros de mi grupo de jazz fusion Tet-Quart para su programa radiofónico El Jazzérrimo (http://www.jazzerrimo.com/, Radio Enlace, 107.5 FM Hortaleza-Madrid). Preguntándonos sobre la situación en los clubes de jazz, el pianista Teo Gómez y yo respondimos lo siguiente:

Teo Gómez: "Yo creo que en Madrid lo que falta es público de jazz. La gente no sale a ver conciertos, porque no lo ven en la televisión o no está anunciado, la gente no conoce el jazz. Yo conozco a muy pocas personas que salgan a ver un concierto de jazz, y si hay que pagar algo... parece que la música en directo tiene que ser gratis. Uno tiene que pagar el cine, tiene que pagar el teatro, pero si va a una sala de jazz y la consumición tiene un recargo, la gente se queja".

Víctor Bobeche: "Nos gusta todo gratis".

Arturo Mora: "O todo gratis o todo pagando, pero de verdad, porque luego vas a conciertos del Festival de Jazz de Madrid o de los Veranos de la Villa, a 30 o 35 euros (el año pasado en los Veranos de la Villa ver a George Benson y Al Jarreau costó 70 euros), y hay lleno absoluto. La gente disfruta, porque después de pagar tanto, cómo no vas a disfrutar".

Escuchar la entrevista completa: [1ª parte] [2ª parte].

martes, 25 de enero de 2011

Jazznécdota #9 – Sentirse extranjero

Aparte de creídos, incultos y envidiosos, los españoles somos especialistas en engañarnos a nosotros mismos (crucifíquenme por esta frase si así lo desean). No solo pensamos que nuestro país es la octava maravilla del mundo (es fácil pensar así cuando se desconoce por completo el resto del planeta), además solemos tratar a los que vienen de fuera con un absurdo aire de superioridad que raya en racismo encubierto. La siguiente anécdota tiene bastante de reflexión:

Hace unos años un guitarrista a cuyo grupo pertenezco solía presentar a los músicos inventándose sus nacionalidades, buscando de ese modo una cierta hilaridad y empatía con el público. Así, el saxo y el pianista (ambos de Madrid) podían ser un día de Portugal y otro de Dinamarca, el batería (argentino) podía provenir de Mozambique o de Brasil, y a mí me tocaba nacer en Canadá o en Japón, dependiendo del día.

En una ocasión actuamos a mediodía en un campus universitario del sur de Madrid, y mi presentación consistió en un: "al bajo eléctrico, desde Uruguay, Arturo Mora". Tras el concierto nos invitaron a comer en la cafetería de la Universidad y alguien de la organización, dirigiéndose a mí, espetó (léase con la voz más chulesca y barriobajera posible): "¡Eh, el de Uruguay! Come cocido madrileño, CO-CI-DO, que esto no lo tenéis por ahí, que seguro que ahí no coméis más que guarrerías".

En el extranjero, a veces, me he sentido extranjero, pero nunca me había sentido tan despreciado. Cuando el personaje en cuestión se enteró de que yo también era madrileño buscó la complicidad conmigo. Claro, al ser buen conocedor del cocido ya era digno de su nivel...

martes, 11 de enero de 2011

Jazznécdota #8: Los efectos del alcohol

En mi vida anterior me dedicaba a tocar estilos marginales de heavy metal (doom death metal con el grupo Son of the Grave actualmente Autumnal, y brutal death grind con Disembodied, banda que logró un relativo éxito en la época).

Ciertos tipos de anécdotas no diferían mucho de las acaecidas en contexto jazzístico, pero había un elemento poderoso en aquellos tiempos con el que apenas, por fortuna, he tenido que lidiar últimamente: el consumo de alcohol. Recuerdo un concierto de un grupo cercano, al que asistí como espectador, donde, en determinada fase de la actuación, se echaba de menos más contundencia rítmica. La causa era bien simple: el batería iba tan borracho que, en vez de activar el pedal del bombo, estaba dando pisotones en el suelo.

martes, 28 de diciembre de 2010

Jazznécdota #7: La importancia del contexto

Durante años viví en un barrio obrero de Madrid repoblado en la última década a base de inmigración latina. Me encontraba un día en una famosa hamburguesería de dicho barrio con mi amigo el trombonista mientras discutíamos sobre los errores que estábamos cometiendo al interpretar un tema. En música las notas toman nombres de acuerdo a su duración. Así, una nota que dura cuatro tiempos es una redonda, si dura dos es una blanca, si dura uno una negra, medio una corchea, etc.

El trombonista estaba molesto porque seguíamos sin tocar dos notas negras de la forma adecuada, y no se le ocurrió otra cosa que gritar, en medio de la hamburguesería atestada de inmigrantes ecuatorianos y colombianos: "¡Joder, sólo son dos putas negras!"

martes, 14 de diciembre de 2010

Jazznécdota #6: El contrabajo blanco

A veces no es fácil dialogar con organizadores de eventos, menos aún directamente con clientes. Hay una delgada línea entre la petición aceptable (vestir de negro, interpretar un determinado tema) y la caprichosa. La responsable de contratación de grupos de una empresa, con quien me encontraba negociando precios, me pidió que lleváramos siempre un piano de verdad a las amenizaciones, y no un "organillo eléctrico de esos, que queda muy cutre". No parecía creerme cuando le explicaba que el alquiler y transporte de un piano podía ser bastante más caro de lo que pensaba pagarnos.

Más divertida fue la conversación telefónica de un guitarrista con una clienta que le preguntó "si el contrabajo podía ser blanco". Ni corto ni perezoso, respondió: "¿El músico o el instrumento?".

martes, 30 de noviembre de 2010

Reflexión #2 - La nocturnidad del jazz

Un sábado por la noche, hace unas semanas, me encontraba en casa cenando con mi pareja mientras intentábamos encontrar algo decente que ver en la televisión (tarea cada vez más difícil en este país). Al encontrar, en uno de los canales, a un personaje del mundillo jazzístico con quien habíamos compartido escenario tanto yo como un amigo guitarrista, llamé a este último, esperando que se encontrara cerca de un aparato de TV. Así fue, también estaba en su casa con su pareja. ¿Dos músicos de jazz llevando una apacible vida familiar un sábado por la noche? ¿Dónde queda esa leyenda negra que nos asocia con una vida desordenada sumida en la nocturnidad, el alcohol y las drogas?

La visión histórica ha mejorado la percepción sobre los músicos. Cualquiera que haya profundizado mínimamente en la historia del jazz sabrá que los excesos sólo afectaron a los jazzmen del pasado de forma negativa. Somos muchos (no todos) los que, en estas nuevas generaciones, experimentamos la música con independencia de sus "valores asociados", y más de una vez hemos conversado sobre el engorro que supone trasnochar y sobre cuánto nos gusta actuar en centros culturales a eso de las siete u ocho de la tarde, para poder volver pronto a casa.

Habrá quien piense que nos hemos aburguesado. En todo caso hay algo contra lo que sí intentamos luchar continuamente: el tópico.

martes, 16 de noviembre de 2010

Jazznécdota #5: La caja de puros

Hace un par de años amenicé a cuarteto una fiesta privada en un lujoso chalet de Pozuelo de Alarcón (localidad cercana a Madrid), con presencia de famosos incluída. A veces los propietarios de semejantes viviendas se muestran naturales, afables y cercanos, recibiendo personalmente a los músicos, dialogando con ellos y ofreciéndoles todo tipo de atenciones. En otras ocasiones hacen gala de un clasismo digno de épocas más oscuras, despreciando a cualquier persona que no se encuentre en su pequeña mansión en calidad de invitado. Prácticamente todos hemos tenido que lidiar alguna vez con amenizaciones de más de tres horas, embutidos en trajes y camisas negras en pleno verano, y sin recibir ni un mísero vaso de agua por parte de los organizadores de la velada (los encargados del catering suelen tener más sentido común y echan un cable siempre que pueden).

En este caso la situación, a priori irritante, se quedó en ridícula. Acabada nuestra actuación, cargados nuestros vehículos con los instrumentos y dispuestos a retirarnos definitivamente, el guitarrista y yo nos acercamos a despedirnos en persona del dueño de la casa (educación ante todo). Éste se encontraba repartiendo puros procedentes de una caja que sostenía abierta sobre su mano izquierda. Al abordarle por detrás se dio la vuelta, nos vio y, tras una instantánea expresión de sorpresa, cerró de golpe la caja de puros, nos dio la mano tímidamente y esperó a que nos alejáramos para volver a ofrecer los preciados cigarros a sus invitados. La sensación con que nos quedamos mi compañero y yo era idéntica, sólo le había faltado decir: "¡coño, los muertos de hambre de los músicos!". Si supiera lo que nos reímos a su costa...

martes, 2 de noviembre de 2010

Jazznécdota #4: Con la Iglesia hemos topado

Hace pocos días llamaron a mi teléfono móvil. Reproduzco la conversación con fidelidad:

- ¿Sí?
- Hola, ¿hablo con un miembro del grupo Tet-Quart?
- Sí, soy Arturo Mora, el bajista.
- Hola Arturo, soy Almudena, de la Cadena Cope. Estamos buscando un grupo de jazz para que actúe en un programa el martes o el miércoles que viene.
- No sé si estaremos disponibles...
- No hace falta que vengáis todos, nos vale con el que canta y otro más.
- Esto es un grupo instrumental.
- ¿Instrumental? ¿No canta nadie?
- No, no hay cantante.
- Ah, ah, perdón, perdón.

Mientras la tal Almudena colgaba (no sé si llegó a escucharme) no pude reprimir un último comentario: "¡Hay que documentarse!"

martes, 19 de octubre de 2010

Reflexión #1 - Ser músico de jazz en Madrid


Mis últimos viajes han incluído dos ciudades, Estambul y México D.F., que rebosan música. Se escucha en infinidad de bares, pubs, restaurantes y otro tipo de locales. Cantautores, teclistas y cantantes, bandas folclóricas, grupos de jazz... En estas dos urbes un músico puede pasar gran parte del día tocando, sumando experiencia e incluso ganando algo de dinero.

Es inevitable comparar ambas situaciones con las de mi Madrid natal, donde las regulaciones municipales han sumido a la profesión en una especie de clandestinidad. Encontrar un lugar donde poder expresarse es cada vez más difícil, y la reciente oleada de cierres de locales (a destacar Colonial Norte y Bogui Jazz) en base a una legislación represiva, absurda y pésimamente gestionada ha ejercido un efecto de amenaza hacia los propietarios de recintos, cada vez más reacios a dar cabida a semejantes eventos.

Si inevitable es comparar las situaciones, también lo es comparar a los intérpretes. Me asombra sobremanera observar a los músicos mexicanos que actúan por los restaurantes. En muchos casos no ofrecen una técnica depurada, cantidad de recursos ni un gran nivel armónico, pero se desenvuelven con extrema naturalidad, con muchas tablas, con oficio. ¿Cómo vamos a tener oficio en Madrid si no podemos ejercerlo?

Lo único que ejercemos, de momento, es una resistencia pasiva en forma de paciencia. Tarde o temprano la situación cambiará, o eso queremos creer. La solución, de entrada, y por poco creíble que parezca, en las urnas.


martes, 5 de octubre de 2010

Jazznécdota #3 - Saxoa

Un amigo de Madrid, saxofonista, tocó hace meses con una banda en Euskadi. En la prueba de sonido, el técnico fue llamando por el micrófono a cada uno de los instrumentos para sonorizarlos de forma individual. En el caso de la batería se suele tratar cada elemento del kit de forma separada (bombo, caja, cada uno de los platos... A veces a los dos tambores situados en la parte superior se les denomina "tom 1" y "tom 2", o bien "tom a" y "tom b"). Al llegar su turno, escuchó: "¡saxoa!" ("saxoa" significa "saxo" en euskera), pero creyó escuchar "saxo a". Como en ese concierto no iba a utilizar el saxo soprano (su segunda elección habitual), y pensando que el técnico de sonido esperaba que hubiera un "saxo b", le comentó: "¡No, no, hoy sólo voy a tocar el tenor!".

martes, 21 de septiembre de 2010

Jazznécdota #2: El suplemento de los sordos

Muchos locales de música en directo cobran a los espectadores a la entrada, impidiéndose el acceso al recinto antes de abonar la cantidad correspondiente. Lo habitual en clubes de jazz suele ser permitir libre acceso a las instalaciones, incrementando el precio de las consumiciones con un suplemento de concierto y reclamando el importe total al final de la actuación. Esta táctica, si bien más cómoda de administrar, provoca malentendidos y discusiones en bastantes ocasiones, siendo común el caso de clientes que se niegan a pagar el suplemento argumentando que no habían estado atendiendo al concierto, ya que sólo habían venido a tomar una copa y charlar con su grupo de amigos.

Los propietarios de un club del centro de Madrid recuerdan cierta ocasión en que los acontecimientos parecían extraídos de una película de Pedro Almodóvar: los clientes que rechazaban abonar el suplemento eran sordos, y su razonamiento era bien sencillo: no habían podido escuchar la música. Tras una encendida discusión (parte hablada, parte en lenguaje de signos), se llegó a una solución salomónica: no podían escuchar, pero sí ver. Acabaron pagando la mitad del suplemento.

martes, 7 de septiembre de 2010

Jazznécdota #1 - (In)cultura popular

Aunque nuestro objetivo principal sea intentar comunicar nuestras propuestas a un público receptivo, los que hacemos jazz debemos conformarmos en muchas ocasiones con amenizar fiestas privadas, bodas, cenas de empresa u otro tipo de eventos. Se gana algo de dinero y no se pierde contacto con el directo, pero en algunas ocasiones no se trata de situaciones artísticamente gratificantes.

Hace unos meses actué en un restaurante en un pueblo de Ciudad Real, a dúo de trombón y contrabajo. A pesar de lo inusual de la formación, musicalmente funcionó bastante bien. No debió pensar lo mismo una animosa comensal, que al final del concierto nos comentó:

"Menos mal que habéis parado ya, me estaba rallando la trompeta esa. Anda que el del violonchelo...".

lunes, 6 de septiembre de 2010

Bienvenidos

Aparte de por haber tocado con nombres tan destacados como Teddy Charles, Stan Getz, Marian McPartland, Gerry Mulligan, Quincy Jones o Benny Goodman, el contrabajista Bill Crow (Othello, Washington, 1927) es conocido por haber recopilado anécdotas relativas al mundo del jazz en su hilarante libro Jazz Anecdotes (1990, revisado en 2005 y publicado como Jazz Anecdotes: Second Time Around).

Arturo Mora
Salvando las abrumadoras y obvias distancias, el que suscribe también se dedica al contrabajo (y al bajo eléctrico) de jazz y, tras más de una década "en la carretera", cuenta con un surtido catálogo de vivencias acaecidas en la Península Ibérica, tanto propias como de músicos cercanos. Dichas experiencias, junto con reflexiones personales sobre música y sociedad y alguna que otra curiosidad, bien podrían ser objeto de divertida lectura. Siempre he sido reacio a escribir mi propio blog sobre jazz, pero por fin siento tener algo que contar más allá de lo que ya relatan excelentemente otros compañeros. Sin ánimo de frivolizar, profundizar en sesudos análisis o vomitar opiniones recién salidas de mi ombligo, inauguro este Jazznecdotario como pequeño homenaje a Bill Crow y esperando hacer pasar un buen rato a quien quiera dejarse caer por aquí.

Como disciplina de trabajo, y para no aburrir, intentaré hacer los textos lo más sintéticos posible, combinando anécdotas (la mayoría de las veces) con pequeñas reflexiones, y siempre con periodicidad quincenal. El pobre Esbjörn Svensson nos regaló un último disco en vida, Tuesday Wonderland, en el que nos decía al oído que los martes podían ser maravillosos. Para mí ya lo son: desde hace cuatro años todos los martes tiene lugar la jam session de jazz a cuyo grupo residente pertenezco.

A partir de mañana mismo les espero cada dos martes. Bienvenidos al Jazznecdotario.