Contaba un compañero que, actuando con un cantante indeciso, los miembros de la banda se desesperaban viendo que no entraba cuando debía. El grupo seguía dando vueltas a los acordes esperando que se arrancara a cantar, pero no acababa de decidirse. En un momento dado el pianista sacó del bolsillo su llavero y lo posó sobre el teclado. Ante la sorprendida mirada del bajista, dijo: "Ahí tiene las llaves. Que entre cuando quiera".
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