El contrabajo es un instrumento que levanta pasiones y odios a partes iguales entre quienes lo tocamos. Les recomiendo la novela corta El contrabajo, de Patrick Suskind, al respecto. Su función es básica en un grupo, es el alma, los cimientos, da gusto sentir la vibración de la madera pegada al cuerpo... Pero es un instrumento tosco, poco ágil y nada reconocido. Lo peor de todo tiene que ver con la logística. Transportar un contrabajo es problemático. Hace falta un coche grande, y entrar en automóvil a ciertos locales del centro de Madrid siempre es un problema. Los taxistas nunca paran cuando ven tamaño instrumento, y alguno se ha negado a cargarlo. Hace años tuve una seria discusión con un conductor de autobús que no quería dejarme entrar con tan voluminoso acompañante, a pesar de que no se iba a separar de mí en ningún momento (sí permitía el paso, no obstante, a esas madres que se desentienden del carrito del niño, con el consiguiente peligro para el resto de viajeros). El colmo del despropósito ocurrió un día en el metro de Madrid, donde un guardia de seguridad me bloqueó el paso en los tornos de entrada y, pensando que hablaba con un músico callejero, intentó negociar conmigo el montante de su "mordida". No tuvo éxito.
martes, 17 de septiembre de 2013
martes, 3 de septiembre de 2013
Jazznécdota #46: Discreción
Siempre se dice que la discreción puede ser una gran virtud a la hora de tocar jazz, especialmente en instrumentos asociados con la rapidez y el volumen como la trompeta o la guitarra. Alguno no estará de acuerdo. Una vez subió a una jam session un saxofonista ciego al que se ubicó en el centro del escenario, de frente al público. Tras tocar un par de temas, sintió un picor en la garganta y, consciente de su situación espacial, tosió vigorosamente hacia su derecha... justo donde, discretamente, se encontraba el guitarrista.
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