martes, 24 de diciembre de 2013

Jazznécdota #53: El micrófono

A veces los técnicos de sonido tienen ocurrencias, cuando menos, curiosas. En otras ocasiones uno duda de si se trata de un auténtico técnico de sonido. En un concierto sobre la terraza de un conocido hotel madrileño, el supuesto técnico vio entre sus enseres un micrófono para bombo de batería y, juzgando por su forma, lo situó sobre un pie para que lo usara la cantante.

martes, 10 de diciembre de 2013

Jazznécdota #52: Cuidado con los móviles

Dicen que el batería Vinnie Colaiuta es capaz de comer sushi con las baquetas mientras toca. Yo toco con uno que puede enviar mensajes SMS desde su móvil en mitad del concierto sin que se note. Peor fue lo que le ocurrió a otro baterista: en el concierto inaugural de una nueva jam session, hace ya unos cuantos años, recibió en su móvil la llamada de un saxofonista que estaba intentando localizar el local. Creyendo que no se iba a notar mucho, siguió marcando el swing en el platillo ride con su mano derecha mientras sostenía el móvil con la izquierda y dialogaba con su compañero. Pasados unos segundos su cerebro no pudo con tanta disociación de tareas: sin darse cuenta dejó de tocar y salió del club, siempre pegado a su móvil, para dar indicaciones al saxo.

martes, 26 de noviembre de 2013

Reflexión #9: La preservación del jazz

Todas las artes cuentan con su debate particular entre clasicistas y modernistas, entre conservadores y progresistas. En lo relativo al jazz el tema viene de lejos. El be-bop recibió fortísimas críticas de público y músicos (recordemos al guitarrista Eddie Condon exclamando "¡nada de jazz progresivo!" cuando a una camarera se le cayó la bandeja causando un fuerte estrépito), muchos consideraron a Ornette Coleman, padre del free jazz, como un auténtico proscrito, y los seguidores de Miles Davis en los años cincuenta se rasgaron las vestiduras al escuchar su giro eléctrico de finales de los sesenta. Fue en esa década cuando se acusó a los Beatles de encabezar la "invasión británica" que favorecía el coqueteo de muchos jazzmen con las músicas comerciales, algo más que habitual en los años setenta tras la aparición de Jimi Hendrix y los primeros grupos de jazz-rock y jazz fusion. En los ochenta emergió la figura de Wynton Marsalis y su fundamentalista vuelta a los origenes. Demasiado tarde: el jazz ya era una música universal y los nuevos mestizajes no solo eran estilísticos, sino folclóricos (véase la escena europea de los últimos quince años).

Voy a abandonar, por una vez, mi neutralidad habitual, tomando una posición clara en lo relativo al jazz: la tradición es la base, hay que conocerla, respetarla, admirarla y construir a partir de ella; pero (y se trata de un gran pero) el jazz ha sido un arte de fusiones y evoluciones desde sus comienzos, y solo a través de la curiosidad y la sinceridad de los intérpretes podremos hacer que esta nuestra música perviva con buena salud. Los orígenes aunaron influencias de África y Europa, Jelly Roll Morton sustentaba la idea del "toque español" en su música y el be-bop demostró que los músicos de jazz eran más que simples "entretenedores" (permítaseme la traducción forzada del inglés entertainer). La bossa nova aportó nuevos colores pero, curiosamente, recibió menos críticas. ¿Por qué el jazz podía abrazar a Brasil y no, pongamos por caso, a Suecia? Sea como fuere, los pasos que han llevado al jazz a ser lo que es hoy en día son innegables, y las posturas más cerradas no van a conseguir que esta forma artística deje de evolucionar.


Recalco, no obstante, mi devoción hacia la tradición jazzística. Por ese motivo hace casi dos años viajé a Nueva Orleáns, la cuna de Louis Armstrong, la de nuestra música, deseoso de encontrar momentos que me iluminaran y me hicieran crecer como músico. La verdad es que los encontré, disfrutando de lo lindo con varias bandas locales, escuchando el lenguaje del jazz tradicional como nunca antes lo había hecho, y tomando muchas notas mentales para aplicar en el futuro. Decidí culminar la experiencia acercándome a uno de los templos jazzísticos por excelencia: el Preservation Hall. Fundado en 1961, su intención es la de proteger y honrar el jazz de Nueva Orleáns (la redacción no es capciosa, está traducido de su página web). La Preservation Hall Jazz Band lleva décadas interpretando esa música tradicional por todo el mundo, y su carácter de institución convertía su cuartel de operaciones en una visita obligada.


Tras esperar hora y media de cola conseguí entrar al tercer pase, cerca de las once de la noche. El lugar es oscuro y claustrofóbico, y la mayor parte del público debe presenciar la actuación de pie, pero había que hacer el esfuerzo. Tamaña fue mi sorpresa cuando me encontré ante un sexteto de músicos cansados, desganados, apareciendo sobre las tablas cinco minutos después de que les presentaran y con una actitud totalmente apática. El tubista apenas daba tres de cada cuatro notas, el saxo emitía constantes chillidos, y se pudieron escuchar fraseos de la época del be-bop, copiados directamente de Charlie Parker, en un contexto anterior, de jazz de Nueva Orleáns que supuestamente se iba a "proteger y honrar". Por supuesto el gran público, turistas en su inmensa mayoría, no acertó a identificar estos elementos, aplaudiendo animadamente cada una de las canciones de la banda. O, al menos, de las tres primeras, que fueron las que aguanté en el sitio. Estafado, me encaminé hacia otro local de la cercana Bourbon Street, hacia otro local cualquiera, ya que en cualquiera de ellos se estaba haciendo un jazz más sincero.


Y es que esto es lo que ocurre cuando se quiere proteger y preservar un ente vivo: que se acaba convirtiendo en una pieza de museo, la gente paga por verlo e intenta admirarlo, pero nadie lo entiende.

martes, 12 de noviembre de 2013

Jazznécdota #51: Que sean monos

Hace unos meses la organizadora de un evento se acercó por la jam session en busca de músicos de jazz aptos para amenizar su celebración, la presentación de una campaña en una boutique de la exclusiva calle de Serrano, en Madrid. Como muchas de las personas que ostentan esos cargos, sabía poco de música y nada de jazz. Además sus criterios de selección eran bastante desconcertantes, de acuerdo a las características estilísticas de los intérpretes. Sagaz como pocos, el batería se dio cuenta de lo que ocurría, obteniendo respuesta afirmativa a la siguiente pregunta: "Te da igual cómo toquen, tú lo que quieres es que los músicos sean monos, ¿verdad?".

He de confesar que mi indignación se acabó convirtiendo en vanidad: fui seleccionado.

martes, 29 de octubre de 2013

Jazznécdota #50: Religión

La reapertura de un club de jazz siempre es motivo de alegría y de agradecimiento a las personas que lo hacen posible. En cierta ocasión, la nueva administradora de un local que acababa de volver a abrir sus puertas fue más allá, ofreciendo una charla al público en medio del concierto inaugural donde, cual dramaturga griega, dirigía sus agradecimientos a la divinidad. Después de un buen rato dando gracias a Dios, el Señor, el Padre Celestial y otro tipo de epítetos de similar calaña, el pianista se levantó y gritó (ocasionando una sonora carcajada por parte del público): "¡Aleluya!".

martes, 15 de octubre de 2013

Jazznécdota #49: Poca asistencia

Hace poco me hablaron de un par de conciertos de club suspendidos por falta de público. Mi récord personal fue tan triste como surrealista. Ocurrió el sábado 3 de julio de 2010, actuando a dúo en un pequeño café madrileño cercano a la Plaza Mayor. Fue la noche en que España venció a Paraguay en los cuartos de final del mundial de Sudáfrica, que acabó ganando nuestra selección nacional; y coincidió con la celebración del Día del Orgullo Gay. Madrid tenía cosas más importantes que hacer que verme tocar.

Incluso en esas condiciones conseguimos contar con la nada desdeñable cifra de dos espectadores, que por momentos fueron tres: en mitad del concierto (un íntimo recital de boleros y canciones latinas) una señora entró al local atendiendo una llamada telefónica a voces. Ni corta ni perezosa se sentó en una de las banquetas y continuó hablando hasta el final de la conversación, tras la que abandonó el local.

martes, 1 de octubre de 2013

Jazznécdota #48: Montar la batería

El año pasado actué en un local del centro de Madrid que cuenta con batería propia. Al llegar vi al baterista del grupo intentando acoplar las distintas partes del kit percusivo sin éxito. El bombo (ese tambor grande que se activa con un pedal) contaba con dos incisiones superiores donde acoplar más tambores y, se hiciera como se hiciera, el resultado no era satisfactorio, ya que la disposición de los tambores impedía colocar los platillos en el espacio adecuado. Estuvimos un buen rato analizando el problema como si de un reto matemático se tratara. Se unieron a la comisión un amigo guitarrista y, posteriormente, el dueño del local, con visible enfado. Nos parecía increíble que fuera tan complicado montar una batería que se había usado durante años.

El misterio se resolvió en unos minutos: los tambores no cuadraban y las distancias no eran las correctas porque el bombo estaba al revés.

martes, 17 de septiembre de 2013

Jazznécdota #47: Transportar un contrabajo

El contrabajo es un instrumento que levanta pasiones y odios a partes iguales entre quienes lo tocamos. Les recomiendo la novela corta El contrabajo, de Patrick Suskind, al respecto. Su función es básica en un grupo, es el alma, los cimientos, da gusto sentir la vibración de la madera pegada al cuerpo... Pero es un instrumento tosco, poco ágil y nada reconocido. Lo peor de todo tiene que ver con la logística. Transportar un contrabajo es problemático. Hace falta un coche grande, y entrar en automóvil a ciertos locales del centro de Madrid siempre es un problema. Los taxistas nunca paran cuando ven tamaño instrumento, y alguno se ha negado a cargarlo.  Hace años tuve una seria discusión con un conductor de autobús que no quería dejarme entrar con tan voluminoso acompañante, a pesar de que no se iba a separar de mí en ningún momento (sí permitía el paso, no obstante, a esas madres que se desentienden del carrito del niño, con el consiguiente peligro para el resto de viajeros). El colmo del despropósito ocurrió un día en el metro de Madrid, donde un guardia de seguridad me bloqueó el paso en los tornos de entrada y, pensando que hablaba con un músico callejero, intentó negociar conmigo el montante de su "mordida". No tuvo éxito.

martes, 3 de septiembre de 2013

Jazznécdota #46: Discreción

Siempre se dice que la discreción puede ser una gran virtud a la hora de tocar jazz, especialmente en instrumentos asociados con la rapidez y el volumen como la trompeta o la guitarra. Alguno no estará de acuerdo. Una vez subió a una jam session un saxofonista ciego al que se ubicó en el centro del escenario, de frente al público. Tras tocar un par de temas, sintió un picor en la garganta y, consciente de su situación espacial, tosió vigorosamente hacia su derecha... justo donde, discretamente, se encontraba el guitarrista.

martes, 20 de agosto de 2013

Chistes de músicos (V)

Diferencias entre los conciertos de jazz y los de rock:

  • En un concierto de rock el guitarrista toca tres acordes delante de miles de personas. En un concierto de jazz el guitarrista toca miles de acordes delante de tres personas.

  • En un concierto de rock todo el público conoce los nombres de los músicos. En un concierto de jazz los músicos conocen el nombre de todo el público.

martes, 6 de agosto de 2013

Chistes de músicos (IV)

Agosto es el mes de los chistes de jazz. Vamos a meternos un poco con los mejores amigos de los bajistas:

  • - ¿Cómo se llaman esos tipos que van por ahí con los músicos?
    - Baterías.

  • - ¿En qué se parecen un rayo y un batería?
    - En que nadie sabe dónde va a caer, cuándo va a caer ni qué destrozo va a causar.

  • - ¿Por qué los grupos de jazz tienen un bajista?
    - Para que traduzca al batería.

martes, 23 de julio de 2013

Jazznécdota #45: El piano

La tecnología a veces altera la percepción de la música. Los antiguos piano players, el organillo madrileño o el más moderno disklavier de Yamaha son aparatos que permiten reproducir música previamente registrada  en ellos de forma mecánica o electrónica con una intervención mínima por parte del ser humano. En esa línea de acción se encuentran muchos teclados, pianos eléctricos y sintetizadores capaces de albergar canciones enteras que serán reproducidas en su totalidad con solo pulsar una tecla.

No era ese el caso de un esforzado músico que amenizaba un evento acariciando las teclas de un piano de cola. Sin trampa ni cartón, el instrumento obedecía al intérprete sin rechistar, como si fueran uno. En eso que uno de los invitados se acercó y, sin reparar en el carácter acústico del piano, lo señaló y le dijo al pianista: "No llevarás ahí dentro una de Chenoa, ¿verdad?".

martes, 9 de julio de 2013

Jazznécdota #44: Una cerveza

No se sabe muy bien por qué, pero en ciertas amenizaciones de eventos a los responsables les cuesta horrores ser amables con los músicos. Nadie pretende que le inviten a cenar como a un invitado más, pero algún refrigerio que otro siempre es bienvenido, especialmente en los calurosos meses de verano. A veces los encargados se aferran a excusas absurdas para no ofrecer una simple cerveza a los intérpretes. La palma se la lleva la explicación que dieron a un guitarrista en la provincia de Cuenca: "yo os daría una cerveza, pero imaginad que, al salir de aquí, os para la Guardia Civil y os hace soplar".

martes, 25 de junio de 2013

Reflexión #8: Sueño

Me gustaría que a la gente le gustara el jazz, que lo apreciara, que lo amara como yo lo amo. Me gustaría que los clubes estuvieran llenos de jazz, que las radios estuvieran llenas de jazz, que los iPods estuvieran llenos de jazz. Me gustaría que la gente dejara de charlar en las bodas para escuchar al grupo que ameniza, que el jazz deje de ser una música de fondo (que la música deje de ser de fondo), que hubiera más gente en las salas de música en directo, que la escena no solo fuera de músicos, sino también de público. Me gustaría que conocieran a los monstruos del género y entablasen discusiones sobre su importancia histórica. Me gustaría que cuestionaran el cartel de los grandes festivales con el criterio que a veces le falta a los programadores. 

Muchos creen que los músicos de jazz somos unos freaks y unos snobs. Muchos creen que somos unos vagos sin oficio ni beneficio (si intentasen hacer sonar una sola nota acabarían con ese prejuicio para siempre). Muchos creen que el jazz no es importante. Nosotros no creemos que lo sea: lo sabemos.

Tengo un sueño. Yo también tengo un sueño. Sueño con jazz. Sueño con más jazz. Sueño con jazz por todas partes. Sueño con miles de músicos hablando, expresándose, trabajando. Sueño con millones de oyentes ensimismados. Sueño. Y no porque no se cumpla mi sueño voy a dejar de soñar.

martes, 11 de junio de 2013

Jazznécdota #43: Los cuartos

En muchos temas de jazz, especialmente en los más rápidos y animados, hay un intercambio de pequeñas improvisaciones entre los instrumentos solistas y la batería. Generalmente dichas improvisaciones duran cuatro compases, por lo que este diálogo es conocido como "hacer cuatros" (trading fours). En algunas ocasiones se deja más espacio a los solistas, intercambiando grupos de ocho compases en vez de cuatro ("hacer ochos", trading eights). Es un procedimiento habitual y todo músico de jazz lo conoce e interpreta sin problemas.

Bueno, no todos. Recientemente se pudo escuchar en la barra de un club a una estrafalaria cantante, habitual de la escena madrileña, comentando lo siguiente tras unos ochos: "estos «cuartos» son más largos, ¿no?".

martes, 22 de enero de 2013

Jazznécdota #42: Confirmado

Hace unos años un club de jazz de Madrid cambió de dueño. Ante la posibilidad de apalabrar un concierto en la sala, un guitarrista de jazz fusion entabló conversación con el nuevo propietario quien, sin saber qué estilo tocaba, le dijo: "En este local solo va a sonar swing y be-bop". Y añadió despectivamente: "Quien quiera hacer fusión que se vaya con Pat Metheny". Al rato otro compañero preguntó al guitarrista por las negociaciones, recibiendo la siguiente respuesta:

 Me ha confirmado.
 ¿Te ha confirmado una fecha de concierto?
 No, me ha confirmado que nunca tocaré aquí.

martes, 8 de enero de 2013

Jazznécdota #41: El avión y la guitarra

Los músicos llevamos mucho tiempo quejándonos, y con razón, del maltrato al que somos sometidos cuando intentamos viajar en avión con nuestras herramientas de trabajo. Discusiones, pago de suplementos e instrumentos dañados son moneda de cambio habitual.

La legitimidad de nuestra protesta, no obstante, depende de un comportamiento que siempre debe ser ejemplar. No ocurrió así hace unos días: en pleno vuelo transoceánico, con las ventanillas bajadas y casi todos los pasajeros durmiendo, un guitarrista extrajo su instrumento de la funda y empezó a abordar temas de Paco de Lucía acompañados de una didáctica explicación, a modo de master class improvisada a 10.000 metros de altitud. Por fortuna un miembro de la tripulación le supo callar a tiempo. 

Que no se vuelva a repetir.