martes, 30 de noviembre de 2010

Reflexión #2 - La nocturnidad del jazz

Un sábado por la noche, hace unas semanas, me encontraba en casa cenando con mi pareja mientras intentábamos encontrar algo decente que ver en la televisión (tarea cada vez más difícil en este país). Al encontrar, en uno de los canales, a un personaje del mundillo jazzístico con quien habíamos compartido escenario tanto yo como un amigo guitarrista, llamé a este último, esperando que se encontrara cerca de un aparato de TV. Así fue, también estaba en su casa con su pareja. ¿Dos músicos de jazz llevando una apacible vida familiar un sábado por la noche? ¿Dónde queda esa leyenda negra que nos asocia con una vida desordenada sumida en la nocturnidad, el alcohol y las drogas?

La visión histórica ha mejorado la percepción sobre los músicos. Cualquiera que haya profundizado mínimamente en la historia del jazz sabrá que los excesos sólo afectaron a los jazzmen del pasado de forma negativa. Somos muchos (no todos) los que, en estas nuevas generaciones, experimentamos la música con independencia de sus "valores asociados", y más de una vez hemos conversado sobre el engorro que supone trasnochar y sobre cuánto nos gusta actuar en centros culturales a eso de las siete u ocho de la tarde, para poder volver pronto a casa.

Habrá quien piense que nos hemos aburguesado. En todo caso hay algo contra lo que sí intentamos luchar continuamente: el tópico.

martes, 16 de noviembre de 2010

Jazznécdota #5: La caja de puros

Hace un par de años amenicé a cuarteto una fiesta privada en un lujoso chalet de Pozuelo de Alarcón (localidad cercana a Madrid), con presencia de famosos incluída. A veces los propietarios de semejantes viviendas se muestran naturales, afables y cercanos, recibiendo personalmente a los músicos, dialogando con ellos y ofreciéndoles todo tipo de atenciones. En otras ocasiones hacen gala de un clasismo digno de épocas más oscuras, despreciando a cualquier persona que no se encuentre en su pequeña mansión en calidad de invitado. Prácticamente todos hemos tenido que lidiar alguna vez con amenizaciones de más de tres horas, embutidos en trajes y camisas negras en pleno verano, y sin recibir ni un mísero vaso de agua por parte de los organizadores de la velada (los encargados del catering suelen tener más sentido común y echan un cable siempre que pueden).

En este caso la situación, a priori irritante, se quedó en ridícula. Acabada nuestra actuación, cargados nuestros vehículos con los instrumentos y dispuestos a retirarnos definitivamente, el guitarrista y yo nos acercamos a despedirnos en persona del dueño de la casa (educación ante todo). Éste se encontraba repartiendo puros procedentes de una caja que sostenía abierta sobre su mano izquierda. Al abordarle por detrás se dio la vuelta, nos vio y, tras una instantánea expresión de sorpresa, cerró de golpe la caja de puros, nos dio la mano tímidamente y esperó a que nos alejáramos para volver a ofrecer los preciados cigarros a sus invitados. La sensación con que nos quedamos mi compañero y yo era idéntica, sólo le había faltado decir: "¡coño, los muertos de hambre de los músicos!". Si supiera lo que nos reímos a su costa...

martes, 2 de noviembre de 2010

Jazznécdota #4: Con la Iglesia hemos topado

Hace pocos días llamaron a mi teléfono móvil. Reproduzco la conversación con fidelidad:

- ¿Sí?
- Hola, ¿hablo con un miembro del grupo Tet-Quart?
- Sí, soy Arturo Mora, el bajista.
- Hola Arturo, soy Almudena, de la Cadena Cope. Estamos buscando un grupo de jazz para que actúe en un programa el martes o el miércoles que viene.
- No sé si estaremos disponibles...
- No hace falta que vengáis todos, nos vale con el que canta y otro más.
- Esto es un grupo instrumental.
- ¿Instrumental? ¿No canta nadie?
- No, no hay cantante.
- Ah, ah, perdón, perdón.

Mientras la tal Almudena colgaba (no sé si llegó a escucharme) no pude reprimir un último comentario: "¡Hay que documentarse!"