martes, 11 de diciembre de 2012

Jazznécdota #40: Lapsus linguae

¡Cuándo aprenderán idiomas los españoles! En inglés fagot se dice "bassoon". Con la palabra "faggot", de escritura y sonoridad cercana, los angloparlantes se refieren despectivamente a los homosexuales. Cierto fagotista, desconocedor de tales connotaciones lingüísticas, se presentó en un ensayo en Holanda diciendo, ante el asombro de sus compañeros: "Hello, I'm the faggot!" ("¡Hola, soy el maricón!").

No menos asombro debieron sentir los familiares de una niña que, dispuesta a ofrecer su concierto de fin de curso a dúo con su profesor, fue presentada del siguiente modo: "En la siguiente actuación la alumna toca el violín y su profesor la viola".

martes, 27 de noviembre de 2012

Jazznécdota #39: Tecnología

La vigente era tecnológica también ha afectado a los músicos. Aparte de secuenciadores, pedales de efectos y dispositivos varios, somos muchos los que utilizamos programas de ordenador para escribir nuestras partituras. Aunque a veces no son sencillos de utilizar, el resultado se entiende mejor que el de una partitura manuscrita y la actualización es más simple.

Un saxofonista con el que toco habitualmente siempre se ha caracterizado por escribir a mano unas partituras muy claras y fáciles de leer. Recientemente me comentó que a partir de ahora iba a hacerlas por ordenador. "¿Te has instalado un programa de edición de partituras?", le pregunté. Su respuesta fue: "No, me he comprado un scanner".

martes, 13 de noviembre de 2012

Reflexión #7: Actuar en condiciones

El colectivo de los músicos de jazz está tan fragmentado como individuos incluye. Siempre se dice que en España hay 46 millones de seleccionadores nacionales de fútbol. En el mundo del jazz cada intérprete es una visión del mundo, con sus motivaciones, sus razones, sus causas y sus consecuencias. Tamaña diversidad es más que bienvenida cuando de improvisar música se trata, pero genera una comunidad desunida donde cada uno toma el camino que considera oportuno.

Uno de los temas de discusión habituales es en qué condiciones tocar en directo. Algunas salas (cada día menos) garantizan un importe fijo por músico o por grupo, con independencia de la cantidad de público que haya. Otras pagan "a comisión" o "a puerta", asignando a los artistas un porcentaje sobre las consumiciones del respetable, o bien el importe del suplemento de concierto. Hace unos años esta última modalidad quedaba relegada a músicos aficionados con pocas actuaciones y, por ende, capacidad de convocatoria popular. 

Como todos sabemos, los tiempos han cambiado, hasta tal punto que incluso grandes festivales como el de Madrid están optando por el pago variable. En algunos casos rechazar una actuación a comisión equivale a no tocar. Por otro lado aceptar siempre estas condiciones degrada la escena. ¿Deben los músicos ofrecer una propuesta atractiva para el público potencial o debe primar la independencia? ¿Es el local el responsable de la promoción o al músico se le mide por la cantidad de gente que puede traer a sus conciertos? En la batalla entre trabajo y dignidad los hay que combinan ambas visiones con mesura, pero esta depende de quién la tome. ¿Puede un jazzman estar meses sin actuar? ¿Es inteligente rechazar un trabajo que otro hará con total seguridad? ¿Implica esta actitud algún cambio de operativa por parte de las salas? Y, por otro lado, ¿es justo enfrentarse a tanta incertidumbre tras años de estudio y práctica? ¿Merece la pena arriesgar instrumentos de coste considerable sin garantías de que el trabajo sea reconocido? ¿No estará el dueño del local haciendo negocio sin tomar riesgos a costa de la ilusión de los músicos?

El debate no es conclusivo, pero cuenta con puntos de inflexión. Uno de ellos lo puso hace unos días Guillermo McGill, excelente batería y percusionista uruguayo-barcelonés. No se lo pierdan: http://www.aireflamenco.com/noticias/1289-guillermo-mcgill-explica-por-que-suspende-su-concierto-en-el-festival-de-jazz-de-madrid.

Por muy objetivo e imparcial que intente ser en esta reflexión, no puedo dejar de dar mi más sincera enhorabuena al maestro McGill y desearle mucha suerte.

martes, 30 de octubre de 2012

Jazznécdota #38: Antes muerta que sencilla

Impartir clases suele ser una fórmula de ingresos habitual para la mayoría de los músicos de jazz. Aparte de conocimientos de teoría, a veces (solo a veces, por suerte) se requieren capacidades sociales para lidiar con alumnos díscolos. Los hay que no estudian, los hay que no estudian correctamente, algunos ponen excusas de lo más variopinto y otros son simplemente intransigentes.

Contaba un saxofonista que un día se presentó en su casa una nueva alumna con un piercing en el labio inferior, un aro que lo rodeaba por su parte central. Instada por el profesor a despojarse del metálico complemento para poder comenzar la clase, la alumna se negó. El saxofonista le explicó, pacientemente, que ambos labios deben apretar la embocadura del saxofón, que la caña que se introduce en la boquilla es una pieza de madera y que la presencia del aro la deformaría y dificultaría la emisión de sonido. La muchacha preguntó si no podría tocar el instrumento de lado, embocándolo por la comisura de los labios.

Fue su primera y última clase.

martes, 16 de octubre de 2012

Jazznécdota #37: Eu ía ben

La música es comunicación. Algunos no lo entienden y se esfuerzan en imponer su criterio contra viento y marea, en llevar la razón aunque ello implique daños irreparables para la producción artística.

Contaba un pianista gallego que, hace años, una orquesta de temas populares (despectivamente llamadas "de pachanga") daba un concierto en su tierra y, en uno de los temas, el cantante entró a la melodía final antes de tiempo, concretamente un compás antes. La mayoría de los instrumentistas se dieron cuenta del problema y también se adelantaron un compás para acoplarse a la interpretación del vocalista, pero el batería siguió tocando como si nada hubiera pasado. Al final del tema todos los músicos acabaron a la vez excepto el batería que, como era de esperar, finalizó un compás tarde. Ni corto ni perezoso, se levantó de su banqueta y exclamó: "¡eu ía ben!" (en gallego, "yo iba bien").

martes, 2 de octubre de 2012

Jazznécdota #36: Dos huevos

Disculpen lo infantil de esta jazznécdota, pero así sucedió y créanme que pocas veces me he reído tanto. El sábado pasado amenicé una boda con un cuarteto de jazz sin batería (voz, saxo, piano y contrabajo). Al interpretar "Bésame mucho" convertimos su ritmo original de bolero en un cha cha cha y, ante la ausencia de instrumento percusivo alguno, el saxofonista me comentó: "se echan de menos unas maracas o algo así". La cantante disponía de unos egg shakers, instrumento de percusión cuyo efecto es similar al de una maraca, pero con forma de huevo. Al escuchar el comentario del compañero, dijo en voz alta: "¡Tengo huevos!", a lo que el saxofonista replicó: "¡Qué desilusión!". Sin inmutarse, como queriendo no darse por enterada de tan obvio comentario y centrada en resolver con seriedad el problema musical que se nos planteaba, le respondió: "¡Tengo dos!". Las carcajadas fueron tan estruendosas que por poco tuvimos que dejar de tocar.

martes, 18 de septiembre de 2012

Jazznécdota #35: La hamburguesa

Hace unos días amenicé un cumpleaños en un chalet con un cuarteto de jazz. Antes de empezar a tocar, el batería abrió parte de la cremallera de su mochila para tomar de ella algún enser, dejándola entreabierta. En el descanso de la actuación fuimos a la parte trasera de la casa para disfrutar del catering. A la vuelta encontramos la mochila tumbada en el suelo con su cremallera aún entreabierta. El contenido estaba intacto a excepción de una hamburguesa que el batería pensaba cenar una vez acabado nuestro trabajo. La mascota de la casa, un afable perro salchicha, la había extraído de la mochila con sumo cuidado, había retirado el papel que la cubría y la estaba degustando cual gourmet

martes, 4 de septiembre de 2012

Jazznécdota #34: Lágrimas negras

El gimnasio de los músicos de jazz es la jam session. En ella se practica, se arriesga, se establecen contactos profesionales y se afianzan relaciones artísticas. La jam session también nos ha servido a todos para dar nuestros primeros pasos, para balbucear nuestros primeros standards e ir perdiendo el miedo al formato de la improvisación.

La primera vez que subí a una jam se interpretó "Lágrimas negras", composición de Miguel Matamoros que estaba por entonces de moda gracias a su soberbia interpretación por parte de Bebo Valdés y Cachao en la película Calle 54 (de Fernando Trueba) y, posteriormente, a cargo del primero junto al cantaor flamenco Diego El Cigala. El tema está escrito en cuatro por cuatro, es decir, cuatro tiempos por compás. Imaginen si estaría nervioso que empecé a tocarlo en tres por cuatro, como si fuera un vals. Mis compases avanzaban más rápidamente que los del resto del grupo, mis acordes adelantaban a los del guitarrista. Los compañeros me hacían ostensibles señas para marcarme el tiempo, pero yo era incapaz de acoplarme a su pulso.

Tras más de seis minutos de sufrimiento lo último que me apetecía era volver a una jam session. El destino quiso que acabara tocando todos los martes en una, la de Segundo Jazz, y precisamente hoy cumplimos seis años. Se acabaron las lágrimas negras.

martes, 21 de agosto de 2012

Chistes de músicos (III)

Vuelve el verano y vuelven los chistes. Dicen que los músicos de jazz somos cotillas y siempre estamos criticándonos entre nosotros. ¿Será cierto?:
  • Se encuentran dos músicos de jazz:
    - Hombre, Pepe, cuánto tiempo sin verte. ¿Cómo te va?
    - Fatal, acabo de divorciarme y estoy arruinado.
    - Vaya, no lo sabía. Lo siento.
    - Además el médico me ha detectado un problema muscular que no me permite tocar bien.
    - Qué mala suerte, no tenía ni idea.
    - El disco que iba a grabar con la big band se ha cancelado.
    - Qué desastre, la verdad es que no sabía nada.
    - Y anoche me subí a una jam session y toqué fatal.
    - Pues mira, eso sí, eso sí me lo habían contado.

martes, 3 de julio de 2012

Jazznécdota #33: Saberse el arreglo

Hace ya bastantes años, un amigo guitarrista se encontraba inmerso en una jam session en la que estaban intentando tocar unos temas con arreglos (no como todo el mundo sabe tocar los standards de jazz, sino siguiendo al pie de la letra una serie de variaciones incluídas en la partitura). Dos jóvenes negros, saxo alto y trompeta, se acercaron al escenario con intención de incorporarse a la jam, pero los músicos nacionales se lo impidieron, ya que "no se sabían el arreglo".

Acababan de echar a Roy Hargrove y Antonio Hart.

martes, 17 de abril de 2012

Jazznécdota #32: Sin papeles

¿Para qué cargar con papeles? Cada vez es más habitual que los músicos lleven a sus conciertos lectores de libros electrónicos, tipo iPad o Kindle, cargados de ficheros repletos de partituras. Algunos, de momento, utilizamos nuestros teléfonos móviles inteligentes –smartphones los llaman– a tal fin. La pantalla no es muy grande, pero sirve para un apuro.

Hace unas semanas me encontraba en plena jam session, leyendo en mi móvil los acordes de un standard, cuando, a pesar de lo tarde que era, ocurrió lo inevitable: recibí una llamada. El volumen del móvil estaba silenciado, pero la partitura desapareció de la pantalla y tuve que dejar de tocar durante unos segundos, para desesperación del saxofonista.

martes, 3 de abril de 2012

Jazznécdota #31: El cliente siempre tiene la razón

La jazznécdota #29 me hizo recordar innumerables ocasiones en las que, dueños de locales aparte, el público nos ha arrancado una cara de sorpresa, a veces por ignorancia, a veces con malas maneras, a veces con candor y buen propósito. En un club de jazz madrileño bastante grande, y a pesar de la escasa entrada que presentaba, un día se sentó un grupo de gente en la mesa más cercana al escenario y, al cabo de un rato, preguntó al camarero si el grupo podía tocar más bajo, ya que no escuchaban su conversación. Por supuesto fueron instados a sentarse en otra parte del local. Bastante más expeditivo es el dueño de otro club del centro, que no duda en llamar al orden a la clientela cuando el volumen de su charla es irrespetuosa para con el trabajo de los músicos. Recientemente le vi expulsar a un espectador díscolo.

A un amigo pianista que amenizaba un evento de empresa se le acercó un comensal espetándole que si "podía poner otra música". Mejores intenciones tenía una anciana que, en plena cena arrullada a ritmo de jazz, se nos acercó con la siguiente petición: "¿Podéis tocar «Granada»?". El trombonista salió del aprieto con elegancia: "Por supuesto. Si nos trae usted la partitura, estaremos encantados de interpretarla".

martes, 20 de marzo de 2012

Jazznécdota #30: La cena

Hace años, tocando en un pueblo de Ávila, tras la prueba de sonido un hombre se acercó y nos dijo: "Sois los músicos, ¿no? Venid conmigo, que la cena es aquí". Nos llevó a un restaurante en la misma plaza del pueblo, a escasos metros del escenario, y empezó a sacar raciones de lomo, chorizo, morcilla... sin mediar palabra. Convencidos de que formaba parte de la organización, disfrutamos de tan calórica cena. La hora de comienzo del concierto se acercaba, y el hostelero seguía trayendo comida a nuestra mesa mientras decía: "No os preocupéis, que aquí todo empieza tarde. Seguro que todavía no hay público".

Tamaña fue nuestra sorpresa cuando:
  1. Nos cobró la cena, y nada barata.
  2. Al salir del sitio encontramos la plaza llena de gente impaciente y visiblemente enfadada por el retraso en el comienzo del espectáculo.
Entre insultos, miedo e indignación empezamos a tocar.

martes, 21 de febrero de 2012

Jazznécdota #29: Tocas demasiado bien

Hace poco contaba en Facebook un saxofonista que, contratado para amenizar cenas a saxo solo en un restaurante malagueño ("miércoles de jazz"), tras una hora de trabajo la dueña le dijo: "Tocas demasiado bien para este sitio, estás captando la atención de los clientes y esto no nos interesa, además dos de ellos se han quejado de que suene el saxo-jazz, prefieren una música más chill-out de fondo que les permita conversar sin que les moleste".

¿Elogio, reproche, ignorancia o simple falta de vergüenza? Con este tipo de "gestores culturales", por desgracia, tenemos que vernos las caras en más de una y en más de dos ocasiones.

martes, 24 de enero de 2012

Jazznécdota #28: La ONCE

En un pueblo de Castilla la Mancha, tras una actuación de una orquesta de la ONCE, el gerente de la sala sin darse cuenta, aparentemente, de que los músicos eran ciegos manifestó su deseo de no volver a contratarles, ya que "se han meado fuera y han puesto el baño perdido".

martes, 10 de enero de 2012

Jazznécdota #27: Una cerveza, por favor

Cómo las gastan algunos. En los clubes de jazz de Madrid es habitual que los músicos, cobren lo que cobren, dispongan de un par de consumiciones por parte de la casa. A partir de la tercera empiezan las negociaciones, de las que el local suele salir triunfador.

Hace unos días, en un famoso club de Nueva Orleáns, tuve la oportunidad de presenciar una animada charla entre el camarero y los miembros de un, también, famoso grupo de jazz justo después de su concierto. Antes de que llegaran a la barra el camarero les dijo: "¡la respuesta es no!", a lo que el bajista replicó jocosamente: "y cuando dices no quieres decir sí, ¿verdad?". El barman zanjó la discusión con un: "cuando digo no quiero decir..." acompañado de un gesto internacional consistente en levantar la mano con el dedo corazón extendido. Acabaron pagando sus cervezas.