Muchos locales de música en directo cobran a los espectadores a la entrada, impidiéndose el acceso al recinto antes de abonar la cantidad correspondiente. Lo habitual en clubes de jazz suele ser permitir libre acceso a las instalaciones, incrementando el precio de las consumiciones con un suplemento de concierto y reclamando el importe total al final de la actuación. Esta táctica, si bien más cómoda de administrar, provoca malentendidos y discusiones en bastantes ocasiones, siendo común el caso de clientes que se niegan a pagar el suplemento argumentando que no habían estado atendiendo al concierto, ya que sólo habían venido a tomar una copa y charlar con su grupo de amigos.
Los propietarios de un club del centro de Madrid recuerdan cierta ocasión en que los acontecimientos parecían extraídos de una película de Pedro Almodóvar: los clientes que rechazaban abonar el suplemento eran sordos, y su razonamiento era bien sencillo: no habían podido escuchar la música. Tras una encendida discusión (parte hablada, parte en lenguaje de signos), se llegó a una solución salomónica: no podían escuchar, pero sí ver. Acabaron pagando la mitad del suplemento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario