Los músicos de jazz estamos acostumbrados a actuar en todo tipo de eventos, algunos de ellos inverosímiles. No obstante la palma se la lleva un trombonista cuyo cometido consistió en amenizar un festival erótico. Obviamente, mientras los músicos tocaban los actores llevaban a cabo el trabajo propio de su sector laboral en riguroso directo. Lo más bizarro de la ocasión no fue compartir escenario con los profesionales, sino tocar frente a los miembros del público que se habían presentado al concurso de tamaño del otro miembro, el viril. Mientras la banda seguía a lo suyo los concursantes, de espaldas al resto del respetable (de cara, por tanto, a los músicos), se esforzaban por agrandar su masculinidad. Insuperable.
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