Una de flamenco. Durante varios años un amigo pianista de jazz fue profesor de música en institutos de enseñanza secundaria. Viendo que los adolescentes no se emocionaban con la música clásica, llevó al instituto cajones flamencos para que aprendieran de forma activa. De cara a impartir las clases adecuadamente, el pianista estuvo estudiando cajón durante un tiempo, llegando a tocarlo a bastante buen nivel. No obstante el intérprete más sobresaliente de la clase era un niño gitano, buen conocedor de los palos y ritmos flamencos, que había aprendido ("mamado", como se suele decir) prácticamente desde que nació, a pesar de no contar con educación musical formal. Un día el profesor, consciente de contar con buena competencia técnica, pero sin experiencia real en el mundo de la música gitana por excelencia, le preguntó: "Tú que entiendes de flamenco, ¿qué tal toco el cajón?", a lo que el alumno respondio: "Le falta calle, profe, le falta calle".
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