Hace poco amenicé una boda en un pueblo de Toledo. La distancia a cubrir entre el aparcamiento y la zona de la actuación era bastante grande y teníamos mucho equipo que cargar, pero los del restaurante nos dijeron que no nos preocupáramos, pues disponían de un carrito. Efectivamente, tenían un carrito... de supermercado. Cumplió su función, pero la imagen de los músicos transportando la mercancía no podía ser más precaria. Menos mal que, para hacerlo funcionar, no tuvimos que introducir una moneda.
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